Compartiendo viaje es el nombre de la campaña que las entidades miembro de la Asociación Española de Fundaciones Tutelares (AEFT) eligieron para difundir la labor que hacen las personas que integran los programas de Voluntariado Tutelar y que, como expone el título de la campaña, comparten su tiempo con las personas con discapacidad intelectual o del desarrollo, favoreciendo su inclusión en la sociedad, sensibilizándola y fomentando la eliminación de prejuicios.
Carmen Rosa, o Rosi, como prefieren que la llamen, es Voluntaria Tutelar en la Fundación Tutelar Sonsoles Soriano Bugnion y lleva compartiendo viaje con Guillermina desde hace más de 8 años.
Su voluntariado en la entidad empezó, como muchos otros, a través de un amigo que «me recomendó la Fundación Tutelar y me interesó mucho la labor que realizaban, por la necesidad social que existe, su filosofía de trabajo y su forma de ver la colaboración de los voluntarios como un recurso de valor,» explica.
Rosi llegó sin experiencia en voluntariado y reconoce que «he tenido mucha suerte de encontrar esta organización donde se valora muchísimo la figura del voluntario, donde se nos forma desde el primer día y de manera continua, donde se nos hace partícipes de cuestiones importantes y donde preocupa mucho que el voluntario se sienta bien, manteniendo para ello una perfecta comunicación,» expone.
Los más de 8 años como voluntaria le han dado a Rosi argumentos de sobra para reivindicar la importancia del papel que juega el Voluntariado Tutelar en la vida de las personas con discapacidad intelectual. En este sentido explica que «con los recursos de los que dispone la Fundación Tutelar hace una labor increíble. Socialmente y desde el punto de vista estatal sí creo que se podrían hacer muchas mejoras para cambiar la situación y que haya más calidad y constancia en la demanda de voluntarios, más colaboración y como consecuencia mejorar la calidad de vida de las personas con discapacidad,» apunta.
Uno de los objetivos del voluntariado es, como apunta Rosi, mejorar la calidad de vida de las personas con discapacidad intelectual o del desarrollo, apoyadas por las Fundaciones Tutelares. Para ello Rosi comparte su tiempo con Guillermina «un día a la semana quedamos para hacer cosas que le apetezcan, como ir de comprar, merendar, dar un paseo a algún sitio especial o simplemente compartir una tarde en familia. En la medida de lo posible, procuro que sea ella quien decida las actividades que haremos, puesto que de eso se trata, de apoyar su autonomía y acompañarla en su decisión,» asevera Rosi, que como Voluntaria Tutelar y como apoyo al trabajo que realizan estas entidades, contribuye a la red natural de apoyos de Guillermina favoreciendo su toma de decisiones y construyendo una relación social significativa.
Tanto es así, que Rosi participa de la vida de Guillermina, como Guillermina de la de Rosi «cada día que comparto con ella me enseña algo nuevo, sobre la persona que tengo delante, sobre la discapacidad y sobre mí misma. Por lo tanto, cada segundo de voluntariado es enriquecedor e interesante para mí. Si tuviera que nombrar alguna situación especial siempre recuerdo el día de mi boda, donde su presencia me hizo ver hasta qué punto es importante en mi vida y en mi familia», recuerda.
De estos años Rosi no solo se lleva su relación con Guillermina, los aprendizajes que comenta o un sinfín de experiencias, también se lleva la necesidad de contagiar el voluntariado tutelar y es que «estar en situación de mejorar, de alguna manera, la vida de las personas que tenemos al lado, es una gran oportunidad. Enriquece, se hacen grandes amigos, se aprende constantemente y es una experiencia que no se olvida en la vida. Hay muchísimas formas de colaborar y hay que tener el valor de intentarlo para descubrir nuevas experiencias que alegran el alma (el de otras personas y también el nuestro), concluye.
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