Las Fundaciones Tutelares llevan cerca de 30 años prestando apoyos a las personas con discapacidad intelectual. Su recorrido a lo largo de las últimas tres décadas se caracteriza principalmente por su lucha continua en la protección y defensa de los derechos de las personas para las que trabajan.

Con motivo del 20 aniversario de la Asociación Española de Fundaciones Tutelares (AEFT) –Organización que aúna y visibiliza los esfuerzos de 25 entidades a nivel nacional– realizamos un recorrido por la historia de la tutela de la mano de uno de los principales testigos y protagonistas de los avances legislativos y sociales conseguidos: Paulino Azúa.


Paulino Azúa ha sido director de FEAPS Confederación durante 39 años (desde 1971 hasta 2010). Actualmente es delegado de Estrategia Asociativa y para el Tercer Sector del CERMI Estatal, presidente de la Comisión de Colaboración Asociativa y presidente del Instituto de calidad de ONGS (ICONG).

Pregunta: Tras la reforma del Código Civil en 1983 se permite por primera vez en España que personas jurídicas se hagan cargo de la tutela de personas físicas.
Desde que las Fundaciones Tutelares comenzasen a dar sus primeros pasos, tanto usted como D. Alberto Arbide (ex presidente de la asociación gipuzkoana ATZEGI y fundador de la primera Fundación Tutelar) promovieron y creyeron en la misión de las Fundaciones Tutelares. ¿A qué responde tal importante apoyo?
Respuesta: Tal y como comentas, la modificación del código civil en materia de tutela formaba parte de lo que supuso la reforma del Código Civil por medio de la LISMI (Ley de Integración Social del Minusválido). ¿Por qué? Porque con el paso del tiempo, nos habíamos dado cuenta de que el sistema tutelar que existía entonces no funcionaba. Era un sistema muy lento, basado en un tipo de familia que poco a poco, se había ido transformando. Además, se habían producido algunas reuniones internacionales donde ya se había tratado el tema. Una de ellas, precisamente fue en San Sebastián (ciudad en la que se constituye la primera Fundación Tutelar) en el año 71, y en la que trataron aspectos no tanto legales, sino específicamente tutelares, quedando patente la necesidad de impulsar una modificación del Código.

Además, existía el precedente de una modificación similar de Ley en países como Francia y en Bélgica, creando algunos modelos que fueron innovadores en ese momento.
Por ello, cuando participamos de una manera razonablemente activa en la modificación del Código en ésta materia, nuestro objetivo estaba en tratar de conseguir que las personas jurídicas pudieran ser tutores.

Cuando finalmente fue aprobada la reforma de la Ley, en Guipúzcoa –como no podía ser de otra manera, puesto que Alberto Arbide era en ese momento el presidente de la Asociación Atzegi– se constituye allí la primera Fundación Tutelar. A partir de ahí fueron creándose, poco a poco, el resto de entidades.

El nacimiento de una entidad tutelar no es algo que se pueda hacer nominalmente o para estar “a la última”, sino que verdaderamente tiene que existir, por un lado la necesidad, y por otra parte, de la posibilidad de dar respuesta a esa necesidad.

La necesidad de crear una figura tutelar existía y, a medida que esta necesidad ha ido aumentando, se ha ido afrontando mediante las distintas Fundaciones Tutelares. No obstante, sabemos que el hecho de que una persona jurídica sea tutor de una persona física no es lo deseable. Por ello, antes de nada, hay que comprobar si existe alguien del entorno de la persona que pueda ocupase.

Por otra parte, una persona jurídica no puede dar besos, ni abrazos… por eso la generación de una figura informal como es la de los Voluntarios Tutelares, me parece un acierto. Porque, precisamente combina la protección jurídica que queda en manos de la Fundación Tutelar, con otro tipo de “protección” más personal e intensa, en manos de los voluntarios.

P.- Igualmente, también fueron promotores de la constitución de la AEFT y siempre ha apoyado su causa para poder llevar a cabo su misión ¿a qué se debe?
R.- Se debe, en definitiva, a la configuración sociopolítica de España; donde existe un cierto riesgo de disgregación de iniciativas. Este riesgo empuja a una economía de escala en la que, si no estamos juntos y no se ve manifestada la necesidad de manera global en todo el país, se pierde la oportunidad y la eficiencia.

Así que la creación de la Asociación Española de Fundaciones Tutelares cayó por su propio peso. Aunque fueron pocas las Fundaciones Tutelares que se unieron para fundarla, lo tenían muy claro. Igualmente, desde la propia Confederación siempre se creyó evidente la necesidad de que se crease la Asociación.

Desde FEAPS siempre se creyó evidente la necesidad de que crear la Asociación Española de Fundaciones Tutelares.

P.- Como anterior director de FEAPS, ¿cuáles fueron las razones por las que personalmente apostó por la fórmula de independencia (“no ser juez y parte”) que ejercen las Fundaciones Tutelares pertenecientes a la AEFT?
R.- A que uno no puede ser juez y parte en la protección de una persona. Esto a veces genera cierto conflicto porque, aunque la teoría está muy bien, en ocasiones la entidad tutelar se genera desde su propia asociación. Y, evidentemente, la desvinculación es difícil.

Pero claro, si una persona que está atendida en una entidad que depende de una asociación, y esa asociación es la misma que se ocupa del cargo tutelar… mal vamos. Mejor vamos si la tutela la lleva a cabo un ente que no es la asociación. ¿Qué puede ocurrir también? Que a veces personas de la asociación están en la fundación y los papeles no están absolutamente nítidos… Pero eso es algo que con recta conciencia y buena voluntad, se puede resolver. Y de hecho, no creo que estén surgiendo excesivos problemas.

P.- ¿Cree que en el contexto actual, sigue vigente la necesidad de esa diferenciación de roles?
R.- Hace 5 años que no estoy vinculado estrechamente con este tema, pero supongo que sí. Sino, mal vamos.

P.- Como testigo y mediador del nacimiento de la AEFT, después de 20 años de labor con y para las personas con discapacidad intelectual, ¿considera que la Asociación ha sido fiel a su misión?
R.- Yo creo que sí. Hasta donde yo la he seguido sí. Y sobre todo porque ha conseguido situar la tutela en el ámbito de la discusión política e, incluso, jurídica.

Además, ahora con la adaptación de la Convención a nuestro país, aunque se está teniendo y se van a tener resistencias, me parece que el hecho de que sea el propio sector el que tenga una voz potente y autorizada proveniente desde la AEFT (no solo dentro del ámbito de FEAPS, sino también fuera de él), es un avance y un punto muy positivo.

P.- Como ya hemos dicho, la AEFT fue promovida desde FEAPS en 1995 y juntas han ido creciendo como organizaciones referentes dentro del ámbito de la discapacidad intelectual y la tutela. ¿Cuáles cree que son los beneficios aportados por la AEFT y las Fundaciones Tutelares a este movimiento asociativo?
R.- A veces una voz crítica, lo cual viene muy bien. Porque estamos aquí para defender determinados intereses, y no lo digo en el mal sentido.

Muchas veces la organización, e incluso las mismas asociaciones, metidas en su día a día, pueden tener el riesgo de perderlo de vista. Que no digo que sea así, pero es bueno tener a alguien que cumpla ese papel. Es bueno que se haga en el conjunto.

Yo recuerdo, cuando era director de FEAPS, que de vez en cuando me daban un tirón de orejas desde la AEFT y me decían “oye, que no nos habéis llamado para esto”, “oye que esto nos concierne”…

El llevar esa voz crítica a distintos foros, e incluso fuera del ámbito de FEAPS, es bueno, ha sido bueno y tiene que seguir siéndolo.

P.- ¿Destacaría algún hito conjunto entre ambas organizaciones?
R.- Más que un hito, ha sido una andadura conjunta. Y el hecho de que una persona de la AEFT sea miembro de la Junta Directiva de FEAPS revela la disponibilidad de la Confederación y de la propia Asociación de estar donde les llaman y, a veces también, de donde no le llaman; porque es esa su misión.

P.- Su respuesta nos lleva a la siguiente pregunta. Desde el año 2007 una persona representante de la AEFT forma parte de la Junta Directiva de FEAPS, ¿cree que este hecho refuerza el vínculo entre las dos entidades?
R.- Yo creo que sí, porque también era a la inversa. Que en la Junta Directiva de la AEFT hay una persona representando a FEAPS. Por lo tanto, es lo mismo. Es decir, tenemos que caminar juntos. Es algo positivo y que además está funcionando bien.

P.- ¿Cómo augura el futuro de la AEFT y las Fundaciones Tutelares dentro del movimiento asociativo (teniendo en cuenta la realidad diversa de FEAPS, en lo que a entidades tutelares se refiere) y tras la aprobación de la Convención Internacional sobre los derechos de las Personas con Discapacidad?
R.- Más trabajo para la AEFT. Hay que seguir insistiendo en relación a las objeciones a las que antes aludía en referencia a la aplicación de la Convención por parte de algunos sectores. Dichos sectores dicen que el sistema actual, con alguna modificación de maquillaje y alguna modificación terminológica, puede seguir subsistiendo; pero no es así.

Desde esa perspectiva, el que las propias asociaciones de personas con discapacidad sean quienes estén reclamando una adaptación verdaderamente a fondo del sistema tutelar (tal y como lo prescribe la convención) me parece que es argumento de mucho peso.

Lo cual no quiere decir que, por mucho peso que tenga ese argumento, vaya a ser fácil convencer a quien hay que convencer. Hay muchos elementos en juego (no quiero señalar públicamente los obstáculos, que todo el mundo identifica), pero vencer esos obstáculos va a costar.

Ahí es donde la propia Asociación, en conjunto con otras iniciativas (como las propias que se brindan desde el ámbito notarial, el Foro de justicia y discapacidad, etc.) ha de incidir. Pero está claro que va a costar, porque modificar el Código Civil en una figura jurídica como es la figura de la tutela no es algo que se pueda hacer de hoy para mañana.

Me parece que la AEFT va a seguir teniendo un papel relevante y, me temo, que intenso.

P.- En sus 20 años de trabajo, desde la AEFT se han desarrollado distintas áreas de trabajo para dar respuesta a las necesidad de las personas ¿cree que con ello se ha conseguido unificar criterios respecto al ejercicio de la tutela?
R.- Me temo que no mucho, porque otros modelos hablan más de tutela pública, ejercida por la Administración. Lo cual, desde mi punto de vista, me parece que esta opción calma la conciencia política de las administraciones, pero que no resuelve la situación.

Cada vez se está trabajando más por el empoderamiento de las propias personas con discapacidad, con un retroceso de la propia figura tutelar… Pero habrá supuestos en los que una persona no precise grandes necesidades de apoyos tutelares y en otros casos sí…

Yo creo que las Administraciones Públicas no pueden adaptarse tan fácilmente a esta realidad.

P.- Para finalizar, ¿qué consejo ofrecería a las Fundaciones Tutelares en su adaptación al nuevo entorno que se está constituyendo en el sector de la discapacidad intelectual?
R.- “El que más aguanta, acaba ganado”. Es decir, hay cosas que tienen que caer por su propio peso y, aunque es triste tener que luchar por cosas que son evidentes, no queda más remedio.

Hay que persistir, nada de lo que hemos conseguido se ha logrado sin luchar por ello. Yo empecé en esta “guerra” en el año 67 y no conozco ningún avance que hayamos conseguido que no hayamos tenido que pelear. La lucha continua por los derechos de las personas forma parte del ADN de FEAPS y sus organizaciones.

Si caemos en el desánimo mal, y si caemos en la complacencia, mal también. Tenemos que tener una postura crítica hacia fuera, pero también hacia dentro. Las propias organizaciones también tienen que hacer una cierta introspección y reflexionar sobre lo que hacen y sobre lo que no. Porque, la finalidad no nos legitima permanentemente.

La sociedad nos está reclamando determinados tipo de actitudes y tenemos que estar vigilantes para no defraudar esa expectativa y para que, por otra parte, las familias que tienen un hijo/a con discapacidad intelectual y que no tengan a una persona que puedan ocuparse de él o de ella en su futuro, puedan ver a las Fundaciones Tutelares como entidades que verdaderamente garantizan su tranquilidad.

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